Mil lobos hambrientos rodeen su casa, una noche fría sin luna en los cielos, por haber mentido, se quede sin habla, sus ojos traidores que se queden ciegos. Que ella quiera tanto como la he querido, como fui engañado que engañada sea. Que no tenga lumbre, cuando tenga frío, que no tenga nada, de lo que ella quiera.
¡Que camine sola!, como yo camino. Que vaya vestida de luto hasta el fin, que sea tan negro desde hoy su destino, que ya nunca sepa lo que es sonreir. Buscando una fuente, que caiga extenuada, que seca la encuentre al ir a beber. Que sólo zarzales vean sus miradas, ni un arbol encuentre que sombra le de.
Que un día su mano golpée mi puerta y que una limosna me pida llorando. Que sobre una acera nevada y desierta la encuentre caída, sin nadie a su lado. Que al verla se asusten y corran los niños, le ladren los perros, que nadie la quiera, que ya nunca sepa lo que es un cariño, que junto a mi puerta un día se muera. |
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